Trekking al Aconcagua
Por Denis Dominguez, espacial para revista Latitud
Imponente, impactante, simplemente increíble. La majestuosidad del Aconcagua acompaña a un nombre que, al solo mencionarlo, sabemos que estamos hablando de algo icónico. Hoy les quiero hablar acerca de uno de los trekking más lindos y emocionantes para aquellos que no solamente amamos viajar, sino que también amamos la actividad de montaña, y sobre todo, hacer de nuestras vacaciones un sinfín de aventuras y anécdotas.
Tal vez porque es un sueño que tengo desde hace años, o quizás por la curiosidad que me daba, un mes antes de viajar a Mendoza entré en el sitio oficial del Parque Provincial Aconcagua y ahí estaba sacando mi entrada para hacer el “trekking del día”. Un recorrido que dura unas 7 horas, y en el que se llega hasta el primer campamento llamado Confluencia. De esto les quiero contar, de este recorrido que tiene una intensidad digna de estar atravesando la Cordillera de Los Andes.
Si bien es una actividad que puede ser contratada, yo preferí hacerla a mi ritmo y mi propia intuición a la hora de caminar. Entonces, solo tuve que comprar la entrada en el sitio web dejando en claro una franja horaria (de 9 a 10 am, por ejemplo) y llenar un formulario desligando de responsabilidad al Parque por cualquier anomalía que suceda.
El viernes 20 de enero a las 9.30 hs y luego de transitar la maravillosa Ruta Nacional 7, que es una excursión en sí misma, me encontraba estacionando el auto en el Parque Provincial. Una vez hecho el check in obligatorio, me dispuse a empezar a caminar con el Aconcagua literalmente de frente, siendo la principal motivación para aquellos que deben reunir un poco más de fuerza física (y mental).
Una vez transcurridos unos cuantos metros, nos encontramos con una especie de balcón/mirador del cerro, y al continuar por el sendero observamos al río Horcones zigzagueando entre las montañas y demostrando su ímpetu con el que desciende. Hasta allí el camino es ameno. Es más, les diría que es fácil. Sin embargo llegamos a uno de esos puentes colgantes que solemos ver en las películas, que atraviesa el mencionado río y que les pone un stop a aquellos que sacaron el trekking de 45 minutos. En mi caso, el ticket me avalaba, así que crucé el puente y continué caminando, no obstante, ahí me di cuenta que algo había cambiado. El recorrido dejó de ser tan tranquilo para transformarse en una senda con piedras más grandes, cierta cornisa, pero por sobre todas las cosas, con pendientes mucho más pronunciadas. El ascenso, ahora, era más notorio.
Una verdadera curiosidad es cruzarse constantemente con mulas que van llevando diversos bártulos (tanques de oxígeno, equipamiento, etc) para quienes buscan la cumbre, y que hacen el camino aún más pintoresco. ¿Y el Aconcagua sigue ahí? Sí, pero a medida que uno avanza, va quedando como más lejano porque claro, aparecen otras montañas que se interponen, y empiezan a justificar por qué hay que tomarse unos 20 días para llegar a la cima y volver.
Algo a tener en cuenta es que la señalización es bastante acotada. Solo en dos momentos aparecen carteles que te dicen a cuánto tiempo estás del campamento, y alguna que otra vez una flecha que te muestra por dónde seguir. Luego, será tu intuición, los pasos de quienes ya pasaron, o hasta el excremento de las mulas lo que ayudará a ver dónde dar el siguiente paso. Cada tanto, un fuerte viento te hace sentir que estás a merced de la naturaleza cordillerana, y es justamente esa misma sensación la que te hace continuar.
Llegar a Confluencia genera la misma emoción que cuando uno está mirando una película o una serie donde escalan el Everest, y al llegar al campamento muestran como los protagonistas se alivian porque saben que llega el descanso, el refugio y un poco de seguridad también. Acá es saber que se logró un objetivo, es saber que esas 3 horas de caminata para subir de los 3 mil metros sobre el nivel del mar hasta los 3500 que hay en Confluencia valió cada respiración larga. Es sentir que si bien es un trekking de dificultad media, se puede hacer y que con una buena preparación y sobre todo mucha responsabilidad, el sueño de hacer cumbre en el Aconcagua no está tan lejos.
Una vez allí, debes notificar a los guardaparques que llegaste para que te anoten, recargas agua (también hay baños), te relajas un poco disfrutando un lugar emblemático en cada ascenso a una montaña como lo es el campamento, y hasta podrás ver flamear la bandera Argentina. Todo es emocionante. Luego de un rato, vuelves sobre tus pasos, sabiendo que el trecho es largo pero el objetivo fue cumplido. Por último, cuando falta poco para llegar, puedes tomar otro camino para descubrir una laguna bellísima, y retornar allí donde está el helipuerto con el helicóptero de emergencia, el cual deseas que no se tenga que utilizar nunca, pero al cual también agradeces por el noble trabajo que realiza al buscar a tantos que necesitan ser rescatados.
El trekking Aconcagua definitivamente es un imperdible para quienes visitan la ciudad de Mendoza. La adrenalina, el impacto, la emoción, y la omnipresencia que genera, te brindan una de las mejores anécdotas que vas a guardar en tu corazón.